El sábado, paseando, bordeé uno de los lados del Campus de Jerez. La noche anterior cayeron chuzos, tormenta y aparato eléctrico incluidos.
En el momento que estoy comentando, llovía un poco. Por eso me extrañó sentir un golpe de agua, creyendo que sería culpa del desagüe de las ramas del árbol bajo el cual pasaba en ese instante. Pero no. Se trataba de los aspersores que estaban funcionando dentro del recinto universitario y expulsaban su agua también sobre la acera, con el consiguiente regocijo de los paseantes.
El suelo sobre el que regaban los artilugios era un verdadero fangal gracias a las últimas horas de lluvia repartida por todo el sur de España.
Pero parece ser que el Dr. Derroche (honoris causa por la universidad de Cádiz) no se ha percatado que el reloj que abre y cierra los aspersores se puede reprogramar en función del tiempo atmosférico. ¡Ah! ¿se puede?
Por otra parte, ¿qué hay sembrado en ese terreno, césped? Está claro que todavía no se han enterado las autoridades universitarias que el empeñarse en tener una alfombra de hierba es un privilegio que sólo pueden disfrutar las tierras del norte. Por estos lares podemos aplicarnos el cuento oriental: construir jardines secos, con piedras. Son bonitos y no gastan agua. Bastante derroche tenemos ya con los campos de golf.
Ya que no vi ningún cartel que indicara lo contrario, tengo que pensar que se estaba regando con agua potable, para más inri.
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Hace 5 días
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