Se plantea una reforma laboral que lejos de favorecer la creación de puestos de trabajo está provocando justo lo contrario, y al mismo tiempo los trabajadores que aun quedan en activo ven mermados sus derechos laborales a un nivel tal que empiezan a soñar con la situación del pueblo chino como si de una utopía se tratara. Dentro de muy poco el sueldo medio valdrá para subsistir y poco más.
La brecha económica aumenta: los ricos son cada vez más ricos, los pobres más pobres y la clase media está siendo aplastada hasta ser colocada a niveles decimonónicos. En el mismo sentido varía la brecha cultural, pues el acceso a la educación y a la cultura vuelve a ser algo de privilegiados, de aquellos que puedan pagársela, los más ricos.
La esperanza de vida en la clase trabajadora disminuirá, al tener peores condiciones de trabajo y una sanidad de menos calidad, y a la que de todas maneras tampoco tendrá acceso, por motivos puramente económicos.
Eso sí, al haber tanto pobre y tanta exclusión social, los ricos podrán practicar su particular caridad cristiana e irán al cielo, mientras los pobres y parias irán al purgatorio en el mejor de los casos. El infierno volverá a llenarse de verdaderos pecadores, de la genuina lacra de la raza humana: los trabajadores.
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