jueves, 16 de octubre de 2008

A 10 por hora


Las señales de tráfico intentan -y en la mayoría de los casos lo consiguen- enviar un mensaje de advertencia, de prohibición, etc., según los casos. Colocadas para dar mayor fluidez y evitar peligros a conductores y peatones. En fin, para regular, para poner orden en un sistema tendente al caos, como es el circulatorio.


En ciudades con calles estrechas -no fueron diseñadas para el tráfico rodado, porque su existencia es muy anterior a la de los automóviles- con toda lógica no se le puede dar la preferencia al vehículo (como ocurre en la mayoría de los casos) sino, y como muy bien expresa la señal, a los peatones. Se trata de calles que miden alrededor de tres metros de anchura, a las que se les suprimen las aceras para facilitar el paso de los coches.


Por tanto lo menos que se les puede pedir a los conductores que van por estas calles es que se lean las señales y hagan caso a sus indicaciones. En calles estrechas, con viviendas pegadas a los bordes de la calzada, el peatón tiene preferencia, y la velocidad máxima es de 10 Km/hora. ¿A que la señal nos proporciona mucha información? Pues hagámosle caso. Hablamos de preservar la vida de las personas.


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