Hacía años (muchos) que no veía yo al afilador anunciando su llegada con su típico sonido tocado por un instrumento del que nunca he sabido su nombre (¿chiflo?), hasta hoy. Claro que más mecanizado. Ciclomotor en vez de bicicleta, y motor eléctrico movido por una batería para hacer funcionar la rueda de afilar. ¿El sonido? pregrabado, haciéndolo sonar a través de un altavoz para que la clientela advierta su presencia.
Pero ojo. Pregunta antes el precio del trabajo, porque te puede costar más caro el collar que el perro, más caro el afilado que comprar un cuchillo nuevo. Más caro que ir al médico "por el dinero". Insiste, porque no te querrá decir el precio hasta que no haya terminado el afilado, encontrándote entonces en la tesitura de, o pagarle lo que pide, o regatearle, o llamar a la policía si no hay acuerdo. Si pasas por esa experiencia desaparecerán esos sentimientos nostálgicos de tu infancia escuchando su música tan característica, y desearás que no pase más por tu calle. Seguramente te comprarás un afilador en IKEA y santas pascuas.
Está bien que se recuperen oficios que están desapareciendo, pero sin intentar dar la "clavada" al más puro estilo del especulador inmobiliario.
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